Ya sé, ya sé era tan pero tan buena, y me lo decís asi con esa cara de niño mirando la sortija que acaba de perder. Era una santa, dónde la ponías se quedaba, seguramente sigue ahí debajo de aquel árbol esperando. Me pregunto… ¿estará abrigada?
Y te molestan mis resoplidos, o mis ojos revoleando, porque yo debiera hermanarme con aquella tan buena y dedicarme a ponerle flores los domingos en algún altar pagano. Pero he decidido que no, que no lo haré que me importan un cuerno, las bondades femeninas, que antes de ser buena prefiero pasar por tu vida y que luego no te atrevas a nombrarme siquiera. Porque el destino de las buenas, me provoca náuseas, porque antes de merecer semejante calificativo salgo a correr maratones, y sabés bien que eso sería el colmo del sacrificio para mi.
Pero vos insistis en traerla a casa a la buena, para que con su presencia remarque mis dislates de neurosis constante. Pero no te das cuenta que cuando eso ocurre, yo le hago un guiño y mientras me como dos naranjas la miro con sorna y suelto carcajadas. Porque sin ella, tan buena, vos no tendrías las agallas para volverte a meter una y otra vez en mi cama.
lunes, 11 de enero de 2010
viernes, 25 de septiembre de 2009
Taftan
Odio a los taftanes. No es un odio imperceptivo y de esos que se pueden disimular como leve defecto de un rictus adquirido. Los odio visceralmente, se empecinan en aparecer en los momentos cruciales, para arruinarlo todo y convertir segundos en sopores.
El es un taftan, ella es un taftan, porque no tiene sexo como la maldad, o la falta de gusto para elegir cubrecamas acogedores.
Muebles taftan, casas taftan, destinos taftan, memoriosos de glorias pasadas y con una cuenta de activos en ceros. Como si sus muertos les hubieran pavimentado la ruta, adormeciendo a los cobradores de peajes.
Pueden ellos llenarse de ornamentos, pero el taftan es invencible y los termina derrotando.
No hace falta mucho para que me de cuenta, puede la gente desgranar monosílabos, o cosas triviales que el taftan asoma, sediento de oxigeno y atención.
El me dice que me calme, que no es tan grave, que me voy a acostumbrar, que no los ve pero que le resulta molesto en cierto punto tener que vivir con mi odio a los taftanes. Que le gustaría mas que fuera de Boca, o que me diera el berretín de tejer al crochet, porque esto de los taftanes, lo deja mal parado ante los demás, y nuestra vida social se esta haciendo añicos. Que la ultima reunión fue un fiasco porque veníamos bien hasta un taftan se hizo presente, y claro el no puede entender que mi lucha es permanente, que sin mi el mundo seria dominado por estos horribles seres y todo se iría al mismísimo demonio.
Que en la oficina esto, que en la oficina aquello, que Gutiérrez lo mira con lastima, mientras le da el reporte que el necesita.
En esos momentos solemos discutir, porque yo me empecino en decirle que Gutiérrez es un taftan que como se le ocurre ponérmelo como ejemplo de nuestras incomodidades. Que eso casi es una falta de respeto a mis fundamentos y a los taftanes en última instancia.
Es difícil no compartir con nadie este odio a los taftanes, el me dice:
- Mabel estas loca.
Pero yo lo miro, y su cuerpo ya no me interesa porque yace ahí sin fuerzas, agobiado por ver irse tanta energía. Ni siquiera es un taftan, solo los imita.
lunes, 18 de mayo de 2009
A pedido del Dc Felipe hemos prestado nuestra poca paciencia, doña Gabriela y yo, para responder este cuestionario. No va a volver a repetirse, no se hagan ilusiones.
Meme "A volar...
Las reglas son:
Las reglas son:
1- Responder a las preguntas en tu blog.
2- Cambiar una pregunta que no te guste por otra inventada por ti.
3- Añadir una pregunta creada por ti.
4- Pasarlo a ocho personas. Esto jamás de los jamases, ni cadenas ni pasar memes, lo sentimos.
1-Un buen lugar para relajarse:
BM: Bañadera
G: La cola del supermercado.. si no te relajas matas a 4
BM: Bañadera
G: La cola del supermercado.. si no te relajas matas a 4
2-Te echas la siesta?:
BM: Con todo y pijama, haga o no haga falta. No duermo mucho, duermo despacio.
G: Me echo cada cosa.. hasta una estola al cuello! mirà si no me voy a echar la siestaBM: Con todo y pijama, haga o no haga falta. No duermo mucho, duermo despacio.
3-Quién ha sido la última persona a la que has abrazado:
BM: A mi objeto de encantos y desencantos
G: Al tipo que estaba parado al lado mio hoy a la mañana cuando el 95 frenò de golpe en azcuenaga y santa fe.. un mundo de 20 asientos.BM: A mi objeto de encantos y desencantos
4-Tu plato preferido para la cena:
BM: No ceno, si lo hago sueño cosas espantosas, he llegado a soñar que Ricardo Darín me cantaba Marta soy el número uno en el techo de un Walmart.
G: Cualquiera que no sea de plástico.BM: No ceno, si lo hago sueño cosas espantosas, he llegado a soñar que Ricardo Darín me cantaba Marta soy el número uno en el techo de un Walmart.
5-La última cosa que has comprado:
BM: Cinturones, y gorritos en el Inca Market.
G: Hoy me compre botas negras, un foulard rojo, unas fundas para los almohadones de la cama que me masticò el rope hace como un año, 6 metros de cinta de grò blanca, dos sanguchitos de miga... todo eso en 2 cuadrasBM: Cinturones, y gorritos en el Inca Market.
6-Qué escuchas ahora mismo:
BM: Arctic Monkeys, Teddy Picker.
G: A Mateo preguntándome como hice para sostener la cuchara en la nariz.BM: Arctic Monkeys, Teddy Picker.
7-Tu estación del año preferida:
BM: Otoño, prefiero estaciones dónde uno casi parezca un ser humano.
G: José c pazBM: Otoño, prefiero estaciones dónde uno casi parezca un ser humano.
8-Qué tienes en el armario de tu baño:
BM: Desde un torno Dremmel hasta máscaras para el pelo.
G: Vos pretendes que yo te diga que tengo en un ropero de 2 puertas y 5 estantes de cada lado?????Veni ordenalo y decime vos qe hay!BM: Desde un torno Dremmel hasta máscaras para el pelo.
9-Qué le dirías a la persona que te pasó este meme:
BM: Qué no se repita.
G: Que me diga que encontrò en el placarcito del bañoBM: Qué no se repita.
10-Si pudieras tener una casa totalmente amueblada, gratis en cualquier parte del mundo, donde te gustaría que estuviera
BM: Manhattan
G: Cerca.. asi puedo viajar.. o me regalan tbm los pasajes?BM: Manhattan
11-Si tuvieras que elegir una canción para éste momento, ¿Cuál sería?:
BM: Alguna de Natalie Merchant
G: Las 3 estaciones de vivaldi.. la cuarta no era jose c paz?BM: Alguna de Natalie Merchant
12- Cual es tu té favorito:
BM: Café
G: Téde jazminBM: Café
13-De qué te gustaría librarte
BM: de mi diletancia.
G:Me gustaria liberarme de levantarme tempranoBM: de mi diletancia.
14-Qué querías ser de pequeña/o:
BM: Prof de historia y lo soy, a mi a coherente no me gana nadie.
G :De pequeña queria ser azafata.. como todo el mundo muñoz!!BM: Prof de historia y lo soy, a mi a coherente no me gana nadie.
15- A quién le pisarías el juanete?
BM: A Perla Caron, siempre me cayo gorda.
G: A la maestra de la escuela de mi hijo màs chicoBM: A Perla Caron, siempre me cayo gorda.
16- Tenés la vida que querés?
G y BM: no la pensamos contestar porque para eso nos quemamos la cabeza pensándola.
jueves, 5 de febrero de 2009
PACASMAYO
Lejos de mi casa, en aquel muelle, con el mar zumbando debajo de los pies. El cielo vistiendo nublado perfecto. Pescados caídos de sus canastas, como expresando un ultimo gesto de resistencia. Otras caras, otras voces. Miro las tablas demasiadas separadas entre si, y comienzo a luchar entre las ganas de levantar la mirada o mirar mis pies. El miedo al vacío, ridículo cuando el mar es solo una quieta pileta debajo de la estructura de madera. Respiro, el salitre golpea mis fosas nasales. La mano de la niña se aferra a mi brazo. ¿Nos caemos? Pregunta…
Y en ese momento lo escucho, una Coya con voz tranquila que viene cantando: El Señor no me abandonara… Repite esa estrofa una y otra vez, con la voz más límpida y armoniosa que he escuchado hasta ahora.
El muelle parece interminable, pero ella sigue cantando, sosteniendo su cesta y con la mirada perdida en ese mar que le regalara su sustento.
Imágenes de mujeres, mirando el horizonte, cantando, o sosteniendo niños de la manos, pensando que Dios no va a abandonarlas.
En diferentes aguas, diferentes culturas, las mismas preguntas, los mismos deseos.
Y en ese momento lo escucho, una Coya con voz tranquila que viene cantando: El Señor no me abandonara… Repite esa estrofa una y otra vez, con la voz más límpida y armoniosa que he escuchado hasta ahora.
El muelle parece interminable, pero ella sigue cantando, sosteniendo su cesta y con la mirada perdida en ese mar que le regalara su sustento.
Imágenes de mujeres, mirando el horizonte, cantando, o sosteniendo niños de la manos, pensando que Dios no va a abandonarlas.
En diferentes aguas, diferentes culturas, las mismas preguntas, los mismos deseos.
sábado, 6 de diciembre de 2008
¿Vamos para volver?
¿Y si la vida fuera un circulo? ¿Y si uno terminara donde comenzó? A cuento viene el siguiente relato, que no intenta demostrar la verdad de la milanesa ni tampoco el punto exacto del ojo de bife.
Érase una vez el campo de mi abuelo, y érase una vez, un matrimonio vecino. Por esa manía, tan argentina, les decíamos los Damianos, Damiana y Damián. Jamás supe a ciencia cierta si eran sus verdaderos nombres. Habían llegado de capital hacia cuarenta años, y mi abuelo les había dado un par de lotes para que armaran una quinta. Antes se decía así, ahora seria una huerta orgánica, cosas de la modernidad.
Solo me separaba del mundo de los Damianos una puerta de alambre, yo pasaba cuando se me daba la gana. Para desgracia de ellos se me daban seguido las ganas. Atravesaba el gallinero, las conejeras, y previo toquetear a cuanto conejo había, entraba a lo que para mí, era el jardín de las maravillas. Tenían glicinas, enredaderas con esos zapallitos que luego se hacen esponja, madreselvas, agaphantus y cuanta flor silvestre podía llegar a crecer en la zona. Me sentaba con Don Damiano, en una mesa enorme de madera, y ahí el separaba la verdura mientras me daba una fuente de piñones para picar. No hablaba mucho Damiano, contaba a veces cosas de Polonia, pero a cuenta gotas como si la sola idea de dejar salir los recuerdos, hiciera que no fueran propios. Yo me quedaba horas en silencio, con mis libros o los piñones. A la distancia creo que tenían eso siempre preparado para entretenerme un rato.
Damiana hablaba francés, lo había aprendido en casa de una familia criolla, donde a fuerza de sopapos había logrado coser vestidos y aprender una segunda lengua. Ahí conoció a Damiano, que en ese momento no hablaba ni una palabra de castellano pero era lo bastante despierto como para conducir uno de los autos de la familia. Se casaron, y cuando se cansaron de llevar a las señoritas de la casa de acá para allá y coserles los vestidos se vinieron al campo.
No se hablaban mucho, don Damiano era casi hermético, cuando yo terminaba de picar los piñones, me llevaba a la cocina, ahí dejaba en mis manos el batido de huevos y hacíamos bizcochuelos. Era toda una ceremonia, cascar los huevos le podía llevar quince minutos, y mientras Damiana repetía: “le meson est petit, le cor también”, se iba cocinando el bizcochuelo.
Adoraba esas tardes, donde ni siquiera podía escuchar las voces de mi familia, donde el mundo se reducía a mas no poder. Jamás los vi discutir, lo de ellos era una educada indiferencia.
Si se largaba a llover, yo me quedaba un rato mas, porque según Damiano no podían dejarme mojar. Y ahí el te terminaba en tómbola. Sacaba los cartones, la bolsa y largábamos con la fila y el cartón lleno. Todavía hoy recuerdo el olor a lluvia, el agua cayendo por la galería de vidrios repartidos, el sombrero de paja de Damiana, y el olor a bizcochuelo.
Así pasaba mi infancia, poblada de esa calma campestre, que solo se alteraba los fines de semana cuando llegaban mis primos. Ahí desaparecían los Damianos, como si se esfumaran por arte de magia, y yo evitaba cruzar la puerta de alambre.
No es que no vinieran porque no estaban invitados, mi tío Robertito tenia la costumbre de apoyar a la pobre Damiana. En esos momentos los chicos nos reíamos, mi abuela gritaba: ¡doña Damiana entienda que es enfermito!, y Robertito parecía poseído.
Mientras yo crecía veía que la quinta se achicaba, un año desaparecieron los tomates, otro las calabazas, y los Damianos iban envejeciendo. Yo seguía pasando mucho tiempo con ellos, pero ya no solo picaba los piñones, ahora era yo la que hacia los bizcochuelos en silencio como siempre.
Un día me despertaron los gritos de Damiana y varias estampidas. Vi que mi papa corría hacia la quinta, para luego volver a las corridas y en zigzag. Don Damiano estaba cuerpo a tierra entre los choclos hablando en polaco trasladado mágicamente a la segunda guerra mundial. Recuerdo que subí al techo para poder ver mejor, y ahí vi a don Damiano, en calzones con la escopeta, arrastrándose entre los choclos.
Luego de eso, don Damiano tenía periodos donde le agarraba “el polaco loco”. Así diagnostico mi papa la extraña enfermedad. No lo llevaron a ningún medico, solo aceptamos que de en cuando en vez, don Damiano se internaba en la quinta durante un par de días haciéndole la guardia a la verdura.
Luego de un año olvido el castellano, ya no recordaba otra cosa que su idioma natal. Yo iba igual, el me hablaba en polaco, y yo en castellano, y cosas raras de la vida, se había vuelto un parlanchín. Yo trataba de adivinar las frases y el entonces acompañaba gesticulando. Pasaban aviones, tiraban bombas, y yo seguía limpiando tomates.
Un día dejo de hablar, se había vuelto parco y meditabundo. Doña Damiana lloraba en los rincones, mientras protestaba por la falta de consideración de ese hombre.
Lo encontraron muerto en la quinta con la escopeta al hombro, creo que murió en su mundo. Que imaginaba que estaba de nuevo en Polonia, que los nazis ocupaban su pueblo, y que en cierta forma regreso a su patria.
Nada fue igual con su muerte, yo no volví por mucho tiempo a cruzar la reja, extrañaba ese espacio que me habían dejado compartir tantos años.
Venia a cuento de los círculos, de volver al origen, de encontrar nuestro lugar. De lanzarse al infinito para recuperar lo mínimo. De la vida nada más, de los Damianos y los piñones.
Érase una vez el campo de mi abuelo, y érase una vez, un matrimonio vecino. Por esa manía, tan argentina, les decíamos los Damianos, Damiana y Damián. Jamás supe a ciencia cierta si eran sus verdaderos nombres. Habían llegado de capital hacia cuarenta años, y mi abuelo les había dado un par de lotes para que armaran una quinta. Antes se decía así, ahora seria una huerta orgánica, cosas de la modernidad.
Solo me separaba del mundo de los Damianos una puerta de alambre, yo pasaba cuando se me daba la gana. Para desgracia de ellos se me daban seguido las ganas. Atravesaba el gallinero, las conejeras, y previo toquetear a cuanto conejo había, entraba a lo que para mí, era el jardín de las maravillas. Tenían glicinas, enredaderas con esos zapallitos que luego se hacen esponja, madreselvas, agaphantus y cuanta flor silvestre podía llegar a crecer en la zona. Me sentaba con Don Damiano, en una mesa enorme de madera, y ahí el separaba la verdura mientras me daba una fuente de piñones para picar. No hablaba mucho Damiano, contaba a veces cosas de Polonia, pero a cuenta gotas como si la sola idea de dejar salir los recuerdos, hiciera que no fueran propios. Yo me quedaba horas en silencio, con mis libros o los piñones. A la distancia creo que tenían eso siempre preparado para entretenerme un rato.
Damiana hablaba francés, lo había aprendido en casa de una familia criolla, donde a fuerza de sopapos había logrado coser vestidos y aprender una segunda lengua. Ahí conoció a Damiano, que en ese momento no hablaba ni una palabra de castellano pero era lo bastante despierto como para conducir uno de los autos de la familia. Se casaron, y cuando se cansaron de llevar a las señoritas de la casa de acá para allá y coserles los vestidos se vinieron al campo.
No se hablaban mucho, don Damiano era casi hermético, cuando yo terminaba de picar los piñones, me llevaba a la cocina, ahí dejaba en mis manos el batido de huevos y hacíamos bizcochuelos. Era toda una ceremonia, cascar los huevos le podía llevar quince minutos, y mientras Damiana repetía: “le meson est petit, le cor también”, se iba cocinando el bizcochuelo.
Adoraba esas tardes, donde ni siquiera podía escuchar las voces de mi familia, donde el mundo se reducía a mas no poder. Jamás los vi discutir, lo de ellos era una educada indiferencia.
Si se largaba a llover, yo me quedaba un rato mas, porque según Damiano no podían dejarme mojar. Y ahí el te terminaba en tómbola. Sacaba los cartones, la bolsa y largábamos con la fila y el cartón lleno. Todavía hoy recuerdo el olor a lluvia, el agua cayendo por la galería de vidrios repartidos, el sombrero de paja de Damiana, y el olor a bizcochuelo.
Así pasaba mi infancia, poblada de esa calma campestre, que solo se alteraba los fines de semana cuando llegaban mis primos. Ahí desaparecían los Damianos, como si se esfumaran por arte de magia, y yo evitaba cruzar la puerta de alambre.
No es que no vinieran porque no estaban invitados, mi tío Robertito tenia la costumbre de apoyar a la pobre Damiana. En esos momentos los chicos nos reíamos, mi abuela gritaba: ¡doña Damiana entienda que es enfermito!, y Robertito parecía poseído.
Mientras yo crecía veía que la quinta se achicaba, un año desaparecieron los tomates, otro las calabazas, y los Damianos iban envejeciendo. Yo seguía pasando mucho tiempo con ellos, pero ya no solo picaba los piñones, ahora era yo la que hacia los bizcochuelos en silencio como siempre.
Un día me despertaron los gritos de Damiana y varias estampidas. Vi que mi papa corría hacia la quinta, para luego volver a las corridas y en zigzag. Don Damiano estaba cuerpo a tierra entre los choclos hablando en polaco trasladado mágicamente a la segunda guerra mundial. Recuerdo que subí al techo para poder ver mejor, y ahí vi a don Damiano, en calzones con la escopeta, arrastrándose entre los choclos.
Luego de eso, don Damiano tenía periodos donde le agarraba “el polaco loco”. Así diagnostico mi papa la extraña enfermedad. No lo llevaron a ningún medico, solo aceptamos que de en cuando en vez, don Damiano se internaba en la quinta durante un par de días haciéndole la guardia a la verdura.
Luego de un año olvido el castellano, ya no recordaba otra cosa que su idioma natal. Yo iba igual, el me hablaba en polaco, y yo en castellano, y cosas raras de la vida, se había vuelto un parlanchín. Yo trataba de adivinar las frases y el entonces acompañaba gesticulando. Pasaban aviones, tiraban bombas, y yo seguía limpiando tomates.
Un día dejo de hablar, se había vuelto parco y meditabundo. Doña Damiana lloraba en los rincones, mientras protestaba por la falta de consideración de ese hombre.
Lo encontraron muerto en la quinta con la escopeta al hombro, creo que murió en su mundo. Que imaginaba que estaba de nuevo en Polonia, que los nazis ocupaban su pueblo, y que en cierta forma regreso a su patria.
Nada fue igual con su muerte, yo no volví por mucho tiempo a cruzar la reja, extrañaba ese espacio que me habían dejado compartir tantos años.
Venia a cuento de los círculos, de volver al origen, de encontrar nuestro lugar. De lanzarse al infinito para recuperar lo mínimo. De la vida nada más, de los Damianos y los piñones.
lunes, 1 de diciembre de 2008
Un Gandolfini con papas a la crema para mi.
Yo debiera casarme con el gordo de los Sopranos. Los domingos me siento frente a la tele, lo miro fijo y pienso eso. El gordo es un negoción. Se preguntaran ustedes ahora si yo desayuno con grapa, ¿verdad? No, todavía no, pero me tomo casi dos litros de café por día que es casi lo mismo. El asunto tiene muchas cosas a favor, repasemos.
AL LADO DE GANDOLFINI LA DELGADA SOY YO.
GANDOLFINI SEGURO NO CAMINA.
EL AUTO DE GANDOLFINI NO ES UN MINI COOPER.
EL GORDO NO TE LLEVA A UN SUPER CHINO EL NECESITA ESPACIO ENTRE LAS GONDOLAS, A RECORRER JUMBOS Y NORTES SE HA DICHO.
EL GORDO TE VIAJA EN PRIMERA, TIENE QUE PODER ESTIRAR SUS PATOTAS, NADA DE CLASE TURISTA CON LA NUCA DE LA VIEJA DE ADELANTE EN TUS RODILLAS.
EL GORDO ES SIBARITA, NO TE COME PORQUERÍAS, NI VA A LUGARES A COMER COSAS MACROBIÓTICAS DE DUDOSO ORIGEN.
EL GORDO ES AMPULOSO, SOLO LAS GRANDES COSAS LO CONMUEVEN, GRANDES CONCIERTOS, GRANDES ESPECTÁCULOS, MUCHO LAS VEGAS.
LA CARCAJADA DEL GORDO LLENA SALONES.
AL GORDO NO TE LO MIRAN MUCHO, A MI ME IMPORTA UN BLEDO QUE ME MIREN A MI CANDIDATO PERO SI ALGUNA ES CELOSA ESTE PUNTO ES IMPORTANTÍSIMO.
LA ROPA DEL GORDO NO SE PLANCHA, SON DECONTRACTE, SI TOTAL EN DOS MINUTOS SE ARRUGAN PARA QUE VA A PLANCHAR UNA...
EL GORDO ES AGRADECIDO.
Ahora el tema es, ¿Alguien tiene la dirección de Gandolfini?¿ El 5 me deja cerca?
AL LADO DE GANDOLFINI LA DELGADA SOY YO.
GANDOLFINI SEGURO NO CAMINA.
EL AUTO DE GANDOLFINI NO ES UN MINI COOPER.
EL GORDO NO TE LLEVA A UN SUPER CHINO EL NECESITA ESPACIO ENTRE LAS GONDOLAS, A RECORRER JUMBOS Y NORTES SE HA DICHO.
EL GORDO TE VIAJA EN PRIMERA, TIENE QUE PODER ESTIRAR SUS PATOTAS, NADA DE CLASE TURISTA CON LA NUCA DE LA VIEJA DE ADELANTE EN TUS RODILLAS.
EL GORDO ES SIBARITA, NO TE COME PORQUERÍAS, NI VA A LUGARES A COMER COSAS MACROBIÓTICAS DE DUDOSO ORIGEN.
EL GORDO ES AMPULOSO, SOLO LAS GRANDES COSAS LO CONMUEVEN, GRANDES CONCIERTOS, GRANDES ESPECTÁCULOS, MUCHO LAS VEGAS.
LA CARCAJADA DEL GORDO LLENA SALONES.
AL GORDO NO TE LO MIRAN MUCHO, A MI ME IMPORTA UN BLEDO QUE ME MIREN A MI CANDIDATO PERO SI ALGUNA ES CELOSA ESTE PUNTO ES IMPORTANTÍSIMO.
LA ROPA DEL GORDO NO SE PLANCHA, SON DECONTRACTE, SI TOTAL EN DOS MINUTOS SE ARRUGAN PARA QUE VA A PLANCHAR UNA...
EL GORDO ES AGRADECIDO.
Ahora el tema es, ¿Alguien tiene la dirección de Gandolfini?¿ El 5 me deja cerca?
domingo, 23 de noviembre de 2008
ES TU VIDA MI LUCHA
Carta abierta a la señora directora:
Mi muy respetable directora de tan noble establecimiento educativo, termina el año, cuantas cosas lindas hemos pasado juntas. Cuantos gratos momentos adheridos a nuestra mente como si fueran pequeñas luciérnagas que nos alegran el alma. ¡Cuantos papelitos fotocopiados me han enviado! Recuerdo que alegría me daba saber que iban a visitar por enésima vez el Museo de Ciencia, alegría que aumentaba cuando usted me hacia llamar a las siete y media de la mañana porque no había firmado la autorización, para luego encontrarla pero cuando yo ya estaba en el establecimiento con el pijama debajo del jean. ¡Que plato! Se me caen las lágrimas al recordar cuando notificaban que el profesor de Matemáticas víctima de una uña de dedo encarnada iba a faltar a clase, y usted desafiando mi espíritu innovador me hacia modificar la agenda en diez minutos y volver de la otra punta del mapa para llegar antes a mi casa.
Y cuantas lindas actividades hicimos juntas...¿ recuerda? Pegar ramitos con cintas para Pascua, pasar una mañana con cuatro grados bajo cero en un páramo porque esas actividades refrescan la vida escolar y hacen crecer a nuestros niños. Yo todavía miro a mi pequeña y digo: Pucha como creció, como maduro ese día, y ojo que yo no creía porque la vi acurrucada y comiendo galletitas todo el santo día. Concurrir un domingo a las ocho para comprar un pollo a la parrilla, gracias a eso descubrí que en mi barrio la gente baldea las veredas a esa hora con un ahinco... Por usted aprendí a templar mi paciencia, a entender que la educación tiene sus tiempos. ¿ Era eso lo que me quería enseñar cuando me citaba las diez y me recibía a las once menos cuarto? Y esa magia con las matemáticas:
- Falta pagar el retroactivo de junio -
- Ahora se cobra el derecho de uso de los sanitarios - vocifero su secretaria.
Gracias a usted mi ex marido ha arrojado cien calculadoras contra la pared, y reactivado la importación proveniente de China. Debo agradecerle también, forjar el temple de mi primogénita, haciéndola concurrir con una pollera tan poco amigable todo el invierno y no permitiendo el uso de pantalones a las niñas. Eso la hará una mejor ciudadana y si hay algo que el país necesita es niños con mocos y bronco espasmos. Bueno con esto me despido, un gusto, antes de fin de año seguro nos juntamos de nuevo, ahí me explica en que se relacionan, la puesta de limites de su parte, con mi numero telefónico. En caso contrario no se sorprenda si la llamo a las diez de la noche porque la nena no me come espinaca.
Mi muy respetable directora de tan noble establecimiento educativo, termina el año, cuantas cosas lindas hemos pasado juntas. Cuantos gratos momentos adheridos a nuestra mente como si fueran pequeñas luciérnagas que nos alegran el alma. ¡Cuantos papelitos fotocopiados me han enviado! Recuerdo que alegría me daba saber que iban a visitar por enésima vez el Museo de Ciencia, alegría que aumentaba cuando usted me hacia llamar a las siete y media de la mañana porque no había firmado la autorización, para luego encontrarla pero cuando yo ya estaba en el establecimiento con el pijama debajo del jean. ¡Que plato! Se me caen las lágrimas al recordar cuando notificaban que el profesor de Matemáticas víctima de una uña de dedo encarnada iba a faltar a clase, y usted desafiando mi espíritu innovador me hacia modificar la agenda en diez minutos y volver de la otra punta del mapa para llegar antes a mi casa.
Y cuantas lindas actividades hicimos juntas...¿ recuerda? Pegar ramitos con cintas para Pascua, pasar una mañana con cuatro grados bajo cero en un páramo porque esas actividades refrescan la vida escolar y hacen crecer a nuestros niños. Yo todavía miro a mi pequeña y digo: Pucha como creció, como maduro ese día, y ojo que yo no creía porque la vi acurrucada y comiendo galletitas todo el santo día. Concurrir un domingo a las ocho para comprar un pollo a la parrilla, gracias a eso descubrí que en mi barrio la gente baldea las veredas a esa hora con un ahinco... Por usted aprendí a templar mi paciencia, a entender que la educación tiene sus tiempos. ¿ Era eso lo que me quería enseñar cuando me citaba las diez y me recibía a las once menos cuarto? Y esa magia con las matemáticas:
- Falta pagar el retroactivo de junio -
- Ahora se cobra el derecho de uso de los sanitarios - vocifero su secretaria.
Gracias a usted mi ex marido ha arrojado cien calculadoras contra la pared, y reactivado la importación proveniente de China. Debo agradecerle también, forjar el temple de mi primogénita, haciéndola concurrir con una pollera tan poco amigable todo el invierno y no permitiendo el uso de pantalones a las niñas. Eso la hará una mejor ciudadana y si hay algo que el país necesita es niños con mocos y bronco espasmos. Bueno con esto me despido, un gusto, antes de fin de año seguro nos juntamos de nuevo, ahí me explica en que se relacionan, la puesta de limites de su parte, con mi numero telefónico. En caso contrario no se sorprenda si la llamo a las diez de la noche porque la nena no me come espinaca.
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