viernes, 25 de septiembre de 2009

Taftan


Odio a los taftanes. No es un odio imperceptivo y de esos que se pueden disimular como leve defecto de un rictus adquirido. Los odio visceralmente, se empecinan en aparecer en los momentos cruciales, para arruinarlo todo y convertir segundos en sopores.
El es un taftan, ella es un taftan, porque no tiene sexo como la maldad, o la falta de gusto para elegir cubrecamas acogedores.
Muebles taftan, casas taftan, destinos taftan, memoriosos de glorias pasadas y con una cuenta de activos en ceros. Como si sus muertos les hubieran pavimentado la ruta, adormeciendo a los cobradores de peajes.
Pueden ellos llenarse de ornamentos, pero el taftan es invencible y los termina derrotando.
No hace falta mucho para que me de cuenta, puede la gente desgranar monosílabos, o cosas triviales que el taftan asoma, sediento de oxigeno y atención.
El me dice que me calme, que no es tan grave, que me voy a acostumbrar, que no los ve pero que le resulta molesto en cierto punto tener que vivir con mi odio a los taftanes. Que le gustaría mas que fuera de Boca, o que me diera el berretín de tejer al crochet, porque esto de los taftanes, lo deja mal parado ante los demás, y nuestra vida social se esta haciendo añicos. Que la ultima reunión fue un fiasco porque veníamos bien hasta un taftan se hizo presente, y claro el no puede entender que mi lucha es permanente, que sin mi el mundo seria dominado por estos horribles seres y todo se iría al mismísimo demonio.
Que en la oficina esto, que en la oficina aquello, que Gutiérrez lo mira con lastima, mientras le da el reporte que el necesita.
En esos momentos solemos discutir, porque yo me empecino en decirle que Gutiérrez es un taftan que como se le ocurre ponérmelo como ejemplo de nuestras incomodidades. Que eso casi es una falta de respeto a mis fundamentos y a los taftanes en última instancia.
Es difícil no compartir con nadie este odio a los taftanes, el me dice:
-          Mabel estas loca.
Pero yo lo miro, y su cuerpo ya no me interesa porque yace ahí sin fuerzas, agobiado por ver irse tanta energía. Ni siquiera es un taftan, solo los imita.